Por Isabel Herrera y Helio Jiménez
La pandemia del COVID-19 resultó ser una prueba de fuego para todos los Jefes de Estado a nivel mundial, así como para sus respectivos gabinetes, ya que supuso orquestar de manera simultánea la capacidad de acción, control y organización.
En el caso mexicano, el doctor Hugo López-Gatell Ramírez, médico cirujano, especialista en medicina interna, Maestro en Ciencias Médicas, Doctor en Epidemiología y actual Subsecretario de Prevención y Promoción de Salud de la Secretaría de Salud, se colocó en la mira de todos por ser el portavoz del manejo de esta crisis desde el aspecto sanitario.
Con más de 20 años dedicado a la salud y la mitad de ella especializada en epidemias y enfermedades infecciosas, no sorprende que el doctor López-Gatell se convirtiera en el personaje en boga, informando día con día la situación actual del país respecto a la pandemia. Esto llevó a incrementar la popularidad mediática del funcionario.
Rápidamente las recomendaciones que el Subsecretario pronunciaba, eran escuchadas por una buena parte de la población mexicana; sin embargo, muchas de estas medidas fueron consideradas tardías y deficientes, ya que el tema empezó a ser tratado como una emergencia menor.
Pero la realidad, alcanzó al gobierno federal ya que hasta el momento, la enfermedad ha cobrado más de 50 mil vidas. Vale la pena mencionar que el primer caso detectado de un infectado con Covid-19 en México fue el 28 de febrero y que las primeras medidas para contrarrestar la epidemia se dieron a conocer el 14 de marzo.
Una de las recomendaciones propuestas por el rockstar inesperado de la 4T, empleada como eje principal en la estrategia para prevenir contagios fue la llamada Jornada de Sana Distancia. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que incluso medios de comunicación comenzaran a expresar públicamente que estaban en desacuerdo con los datos que se manejaban y publicaban por parte del gobierno.
Referente a esta cuestión, vale la pena recordar las confusiones derivadas de las estimaciones basadas en el modelo Centinela, de tal manera que la aproximación de los posibles contagios resultaba en un margen bastante amplio e impreciso. Por otra parte, algunos de los altibajos resultantes de sus declaraciones han quedado patentes como lo fue lo sucedido en el mes de abril cuando el funcionario fue cuestionado por el actuar de López Obrador en mítines a lo que respondió: “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”. ¿Sabrá López-Gatell que presidente, o no, un mandatario es susceptible de contagiar y ser contagiado?
Por otra parte, ha resultado confuso el llamado a realizar o no el uso de cubrebocas como medida preventiva, puesto que en un principio no fue recomendado, aunque con el avance de la epidemia dicha recomendación fue revertida. Incluso la inconformidad de su actuar ha quedado demostrada en una carta donde nueve gobernadores solicitan la destitución del funcionario.
En resumen, la curva de contagios que López-Gatell tanto ha pregonado que va a la baja, no ha hecho sino ascender de tal manera que hoy México se ubica en la tercera posición a nivel mundial en número total de muertes por este padecimiento por debajo de Estados Unidos y Brasil. Una tragedia más parece avecinarse ante la mirada inactiva de un rockstar en decadencia.
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