Entrada: La oposición “derrotada”

Por Carlos Herrera y Fernando Rivera

El 4 de junio, los vidrios del Palacio de Gobierno de Jalisco sucumbieron a los manifestantes, que acudieron a protestar contra la brutalidad policiaca que derivó en un asesinato en los primeros días de mayo. Desde entonces, ya se tenía como culpable y objetivo principal en la agenda de varias organizaciones de activistas a un personaje: el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro.

No está de más señalar que las protestas han logrado tal eco y derivado en no pocos ataques mediáticos contra el gobernador jalisciense, que han provocado que el mandatario local sugiriera que estas podrían tener como origen los ‘sótanos del poder’ en la Ciudad de México. Desde entonces, López Obrador no perdió tiempo en atacar a personajes que pudieran considerarse como opositores –empezando con Alfaro– de forma más reacia a como lo había venido haciendo desde que inició su mandato.

Hay un hecho más reciente que sirve para retratar las suspicacias de quien hoy en día ejerce el poder desde la silla presidencial, en Palacio Nacional.

En su conferencia matutina del 9 de junio, Andrés Manuel López Obrador volvió a agitar las aguas de la opinión pública, presentando un documento de dudosa procedencia, en el que se detallaban los pormenores de un proyecto cuyo fin sería disminuir políticamente a la llamada Cuarta Transformación: el Bloque Opositor Amplio (BOA).

Respecto a lo anterior, cabe hacer algunas consideraciones, las cuales desnudan el proceder de quien ostenta el poder.

Cuando un grupo de personas se une, buscando un fin común que tenga impacto en la sociedad, se está haciendo política. En cualquier democracia el papel de la oposición es derrotar al gobierno en turno. Por ende, ¿qué pretende conseguir con estas acusaciones el Ejecutivo Federal? ¿Desviar la atención de los temas de importancia coyuntural actual, como el pésimo manejo de la cuestión sanitaria durante la pandemia? Parece que la Cuarta Transformación necesita la existencia de un enemigo para subsistir.

En efecto, el número de curules en las cámaras de Diputados y Senadores, son ocupados mayoritariamente por Morena. Sin embargo, el descontento social es cada vez más palpable ante la incapacidad del Gobierno Federal para garantizar la seguridad y el derecho a la salud, además de tener a la economía apenas sostenida con alfileres.

¿Cuál es el miedo de AMLO a la oposición? ¿Por qué si ésta se encuentra –como dicen sus seguidores–  moralmente derrotada, aún así insiste en denostarla? En la mente dicotómica del mandatario sólo persiste una idea: ‘están conmigo o contra mí’.

Hoy en día, Enrique Alfaro, se ha ubicado en el blanco de los señalamientos desde el púlpito presidencial (y de buena parte del aparato del Estado). Una lección que López Obrador no debería olvidar es que en aquel lejano 2005, cuando desde Los Pinos, Vicente Fox enfilaba sus ataques contra el entonces jefe de Gobierno de la capital –al grado de desaforarlo en el Congreso– lo único que logró fue encumbrarlo con miras a las elecciones de 2006.

La historia nos ha alcanzado. Ahora no es Fox, sino López Obrador quien pretende detener a un gobernador, en el que ve una potencial amenaza a su proyecto.

Es posible que, con sus ataques contra actores específicos, Obrador consiga el efecto contrario y en lugar de desbaratar a la oposición, logre que esta siga su consejo de hace unos días en una de sus giras: que esta se defina, tome partido y constituya un verdadero frente en su contra. Por lo pronto, le acaba de otorgar un buen candidato a líder a este hipotético frente: Enrique Alfaro. Seamos todos bienvenidos, a esta nueva guerra electoral.

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