Por Diana Isabel Herrera
La dinámica internacional se vio abruptamente frenada por la pandemia del COVID-19. No sólo fue una crisis sanitaria, sino también fue una crisis económica que afectó a todos los sectores productivos, siendo el ámbito energético, en el cual destacó el petróleo, uno de los más resentidos.
El lunes 20 de abril de 2020, se registró una baja histórica en los precios del mercado internacional del petróleo. La mezcla mexicana, que en los primeros días del 2020 se cotizaba en 58.88 dólares, cayó hasta -2.37 dólares por barril de crudo, lo cual significó un desplome del 104%; mientras que la mezcla West Texas Intermediate (WTI), que a inicios de año se encontraba en 60 dólares por barril, cayó a -37.63 dólares, representando una pérdida del 162.7%.
En la medida en que su almacenaje es costoso y debido a la reducción en su demanda, los países productores de petróleo agotaron las posibilidades de seguir resguardándolo; ante la opinión pública se refería la idea de que se pagaba por deshacerse de este energético.
La oferta excedió a la demanda, en tanto se mantenían los ritmos normales de producción petrolera. El mundo se había detenido y la población en cuarentena redujo su consumo. De esta manera, el oro negro pasó a ser lodo.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), conformada por Arabia Saudí, Kuwait, Irán, Irak, Venezuela, Argelia, Angola, Ecuador, Libia, Nigeria, Qatar, Gabón, Indonesia y los Emiratos Árabes Unidos, decidió llevar a cabo un acuerdo en conjunto con la OPEP+ (entre cuyos miembros se encuentran México y Rusia), para reducir la producción diaria de barriles de crudo por país y así lograr estabilizar el mercado.
Sin embargo, México se opuso a las medidas de reducción del 23% (400 mil barriles diarios en su caso) para todos los países del acuerdo.
A través de la secretaría de Energía del Gobierno de México, Rocío Nahle, se expresó que el país llevaba una racha de 14 años a la baja en este indicador y que de esta apenas comenzaba a reponerse, por lo que reducir la producción resultaba contraproducente, debido a que la de México no es equiparable a la de los miembros de la OPEP.
Estados Unidos intercedió por México, acordando asumir una reducción de 300 mil barriles a la propia, dando oportunidad al gobierno mexicano de compensarlo en el futuro. Aunque los detalles permanecen ocultos hasta el día de hoy. ¿Qué habrá negociado López Obrador con Trump, a cambio de esta ayuda?
De esta forma, se logró un acuerdo en el que los países harían recortes a la producción de petróleo durante los meses de mayo y junio, con el propósito de nivelar de nuevo los precios del mercado, permitiendo que se consuma el crudo excedente, disminuyendo 9.7 millones de barriles de petróleo por día, en conjunto con los países que aceptaron el acuerdo. Algo inaudito.
Con estas medidas, se logró un momentáneo control del mercado. Sin embargo, no ha sido posible regresar a los precios establecidos antes de la pandemia, debido a que el consumo de la población no es el mismo. Aunque la producción diaria ha disminuido, esta equivale únicamente a la quinta parte de la producción mundial precedente.
A pesar de que se ha pretendido brindar mayor control al mercado petrolero, sigue sin ser suficiente para restablecerlo. Lo anterior puede ser catastrófico en el caso mexicano, pues al establecer como una de sus bases de crecimiento económico la producción y el consumo de petróleo, la incertidumbre en los precios de este energético ha hecho que escenarios inciertos se añadan a las prospectivas económicas.
En el mejor de los escenarios, puede haber una breve alza en los ingresos a través de PEMEX, pero sólo momentánea. Se puede prever una parálisis económica, cuando no se encuentre cómo llenar el vacío dejado por los ingresos de este sector, dada la dependencia que la economía mexicana tiene de los hidrocarburos. Este gobierno tiene el destino de México en sus manos, como ninguno antes. Esperemos una breve luz de razón.
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