Por Carlos Herrera
En septiembre de 1973, durante el sepelio del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada, asesinado durante un intento de secuestro por parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre, Ricardo Margáin Zozaya leyó unas palabras ante los asistentes, entre quienes se encontraba el entonces Presidente de México, Luis Echeverría.
De este discurso sobresalían algunas líneas dirigidas contra los artífices del asesinato: “¿Por qué pudieron hacerlo? La respuesta es muy sencilla, aunque a la vez amarga y dolorosa… sólo se puede actuar cuando se ha propiciado desde el poder a base de declaraciones y discursos el ataque reiterado al sector privado, sin otra finalidad aparente que fomentar la división y el odio entre las clases sociales”.
La acusación velada contra el Ejecutivo Federal no pasó inadvertida y Echeverría apresuró su partida.
Cuarenta y siete años después, Andrés Manuel López Obrador, con todo y sus continuas referencias a la historia nacional, parece no haber asimilado la lección del extremismo ideológico. Y mucho menos parece haber aprendido de los errores en materia económica de su no tan lejano predecesor, quien nunca disimuló su encono contra el sector empresarial y terminó sumiendo al país en una crisis económica, en la cual careció de aliados que le ayudaran a mitigarla.
El 27 de abril, durante su conferencia matutina, López Obrador, al hacer referencia al acuerdo entre el Consejo Mexicano de Negocios (CMN) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) –que prevé alrededor de 12 mil millones de dólares en créditos para el rescate de 30 mil pequeñas y medianas empresas–, denostó una vez más al sector empresarial, haciendo patente que el Gobierno Federal no apoyará este proyecto de rescate, a menos que el plan venga desde el Ejecutivo.
Pero la relación de Obrador con los empresarios no ha resultado homogénea, pues ha habido quienes se han pronunciado en favor del mandatario, lo cual sólo es explicable por la posibilidad de continuar operando, una vez obtenida la gracia presidencial, pues hay que señalar algo vital del hombre que lleva las riendas de la nación: su carácter irascible, que raya en el capricho, contra todo aquel que se le oponga.
Este es un momento de crisis global, en el que si se quiere impulsar la economía una vez que pase la tormenta, es necesaria la inversión y el gasto, pero en México estamos sumergidos en la llamada Austeridad Republicana.
Hay que cuestionarse por qué el Presidente que, presuntamente, tiene siempre en mente a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, carece de una visión a largo plazo para el bienestar de estos ¿por qué se decanta por programas sociales y no por la creación de empleos? ¿por qué su insistencia en una industria que está en decadencia, como lo es el petróleo.
Es evidente que a López Obrador le interesan dos cosas: mantener una base social fuerte, que dependa de las bondades de la 4T y la concreción de los titánicos proyectos de infraestructura que prometió en campaña, a pesar de que estos no aseguran ningún rédito que compense su inversión en ellos. Su discurso contra el sector empresarial es un arma que le asegura mantenerlo a raya. Por el bien de todos, habrá que esperar a que la historia no se repita como tragedia.
Para mayores informes: contacto@movisafe.com