Entrada: México entre «la cuarta transformación» y «el make america great again»

Por Carlos Herrera

El final de la segunda década del siglo XXI, trajo al escenario político mundial a líderes con un discurso marcadamente nacionalista. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, en 2017, fue casi un preludio de lo que ocurrió al año siguiente en Latinoamérica, con la victoria en los comicios presidenciales de ese año de Jair Bolsonaro, en Brasil, y Andrés Manuel López Obrador, en México.

¿Qué tienen en común el empresario estadounidense, el ex militar brasileño y el político mexicano? ¿Representan algún peligro a la democracia?

Responder esta cuestión atraviesa la consideración del orden político internacional y su dicotomía esencial: globalismo, entendido como una apertura política y económica y, por otro lado, el nacionalismo, asociado con frecuencia al repliegue político y el proteccionismo económico. Estos personajes han asumido elementos de este espectro como forma de atavío político.

Cuentan con un discurso que hace énfasis en la oposición a los gobiernos inmediatamente anteriores y especialmente dirigido a los afectados por sus predecesores, lo que les ha otorgado el título de populistas. Sin embargo, económicamente, difieren. Brasil se ha declarado favorable a la inversión extranjera, Trump ha abogado por un proteccionismo, a pesar del cual se estableció el T-MEC y además de un recorte fiscal. México es un caso peculiar, debido a la forma que ha adoptado el nuevo gobierno para materializar sus proyectos.

Por un lado, el discurso de López Obrador hace énfasis en un recorte al gasto público, aquello que denominó “austeridad republicana”.

Por otra parte, se encuentran los programas de tinte social que su administración ha llevado a cabo, siendo paradigmático aquel denominado Jóvenes Construyendo el Futuro. Esto, no deja de evidenciar la necesidad del lopezobradorismo de crear una base social, sustentada en ahorro fiscal.

Los ajustes al gasto público, junto con la incertidumbre respecto a la seguridad que ofrece el México de López Obrador a los inversores, han mostrado que el proyecto que encabeza tiene la intención de intervenir activamente en la economía nacional. No hay señales alentadoras, cuando proyectos de gran envergadura para el país, son sometidas a consultas públicas vinculantes.

En noviembre de 2019, la renuncia de Evo Morales a la presidencia de Bolivia, en medio de una crisis política materializada en disturbios, mostró la vigencia de los peligros que trae la centralización del poder. Y en México, no cabe duda, esa centralización ha sido puesta en marcha.

El siglo XX nos dejó al menos dos lecciones: el peligro del extremismo ideológico llevado a la práctica y la necesidad de contrapesos al poder establecido. Sin embargo, las semillas del nuevo nacionalismo aún son jóvenes para proponer escenarios distópicos definitivos. Habrá, pues, que esperar.

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