Entrada: Periodismo, corrupción y libertad de expresión

Por Fernando Rivera

La crítica periodística no hace sino mostrar los excesos en los que caen los que ostentan el poder. La función de informar debe de ir acompañada de reglas que garanticen la libre expresión, y también la seguridad de quienes se dedican a investigar.

De esta manera, quienes se encuentran en una posición dominante, suelen ser reacios a las opiniones que les son adversas, a los datos duros que desnudan la realidad que tratan de infundir en los demás. Si el periodismo es incómodo, entonces estará cumpliendo con su función social. Sin embargo, si es complaciente, fungirá en una suerte de oficina de relaciones públicas.

Esto último es lo que parece buscar la actual administración federal en México. El presidente López Obrador ha enfilado sus ataques contra todo aquel medio o periodista que ose cuestionar las acciones de su gobierno.

No obstante, también hay que decir que anteriormente los medios cayeron en excesos, tal como ocurrió con el presupuesto destinado a comunicación social. Desde ahí, existía un intento de control de la línea editorial y discrecionalidad en cómo se distribuían los recursos. También, persistían articulistas y columnistas pagados a través de empresas constituidas.

Sin embargo, hoy en día esas prácticas no se han acabado. Por el contrario, sólo hubo un redireccionamiento de los recursos económicos disponibles.

Cada que un nuevo caso de corrupción del actual gobierno es dado a conocer en alguna publicación, la respuesta del mandatario no es la de ordenar investigar, cesar a los involucrados o hacer las denuncias correspondientes. Al contrario, lo procedente para AMLO es descalificar al medio, y ver en el mismo a un detractor de su administración, dejando vivo un nauseabundo tufo a impunidad.

Las numerosas casas de Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE); las propiedades no declaradas de Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública; los más de 100 mil muertos por Covid-19 en la gestión de Hugo López-Gatell (cuando en un inicio anunció que sólo serían 60 mil como máximo); los videos del hermano de López Obrador recibiendo dinero en efectivo presuntamente para utilizarse con fines electorales; y un largo etcétera…

AMLO abusa de su poder para atacar a la prensa desde el púlpito del privilegio público, con calificativos innecesarios que atentan contra la investidura que ostenta. En los medios está el reto de no bajar la guardia, ante días tan oscuros que se viven y ante una libertad de expresión tan amenazada en estos días.

El presidente exhibe a sus detractores. El presidente no quiere periodismo, quiere propaganda. El presidente anhela una uniformidad en los medios, que le aplaudan a cada acción llevada a cabo. El presidente no tolera las voces disidentes. El presidente se siente exhibido cada que una corruptela es destapada. Y así debe seguir.

Para mayores informes: contacto@movisafe.com

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