Entrada: 2020: Autoridades como blanco del crimen

Por Karina Pichardo

Las actividades del crimen organizado en el territorio mexicano han propiciado un ambiente por demás violento, situación que parece ir in crescendo en distintas zonas del país. Además, cada vez son más los actores involucrados para llevar a cabo sus operaciones, y en consecuencia los saldos criminales son mayores.

De esta manera, la constante lucha contra organizaciones delictivas que ha mantenido el gobierno mexicano, ubica a elementos de las fuerzas del orden como uno de los principales blancos.

Según cifras de la organización Causa en Común, grupo dedicado a la defensa de derechos y libertades –prioritariamente de integrantes de áreas responsables de la seguridad–, de enero de 2018, al primer mes del presente año, se han registrado mil 444 asesinatos de policías a nivel nacional. Siendo el año 2020, el que registró la cifra más alta con 524 víctimas en todo el país, lo que se traduce a 1.44 agentes policíacos abatidos en una agresión directa al día.

Cabe destacar que, durante el último año, los estados que concentraron la mayor cantidad de casos son: en primer lugar, Guanajuato, con 84 homicidios; le sigue el Estado de México y Veracruz, con 39 asesinatos ocurridos cada uno, mientras que Guerrero reportó que 37 oficiales perdieron la vida. Por último, Chihuahua registró 35 decesos.

Algunas de las causas por las que elementos de distintas corporaciones policiacas se vuelven blanco de grupos delictivos, se mencionan a continuación: hay zonas con determinadas características que sirven a las operaciones criminales, sea por cultivo de enervantes, producción de droga sintética, narcomenudeo, robo de hidrocarburo, puntos para el trasiego de narcóticos, entre otras.

Las plazas suelen estar en disputa entre grupos antagónicos por lo que, para ingresar y tomar el control absoluto de la plaza, muchas veces coaccionan a policías locales, debilitando el orden del sitio, situación que les permite operar de manera impune en contra de sus oponentes.

Por otro lado, derivado de la infiltración de los grupos delincuenciales a las corporaciones de seguridad, mediante sobornos o amenazas, éstas resultan ser parte del saldo de ajustes de cuentas o venganzas entre las propias organizaciones.

También, existen casos en los que los ataques directos a agentes policiacos, son simple consecuencia del cumplimiento de su deber, pues se vuelven objetivos debido a su actuar durante alguna operación importante, realizar una orden de cateo, atender un llamado ciudadano o por la detención de alguna persona.

Estos hechos tienen gran alcance, pues los ataques a las fuerzas del orden involucran a todos los niveles, desde uniformados de la Policía Municipal, como el ocurrido el 25 de octubre de 2020, cuando civiles armados emboscaron a policías del municipio de Pinos, Zacatecas, dejando un saldo de cuatro oficiales sin vida y uno herido; y hasta funcionarios de primer nivel, como el atentado que sufrió el pasado 26 de junio, Omar García Harfuch, Secretario de Seguridad Ciudadana, ocurrido en una zona residencial de alta plusvalía de la Ciudad de México.

Es evidente la vulnerabilidad de las corporaciones policiacas ante los criminales. La labor del Estado radica, en primera instancia, en garantizar la seguridad de quienes viven en determinado territorio. Sin embargo, para cumplir con este precepto, es necesario el fortalecimiento de las instituciones para que ostenten un poder de facto en cada rincón del país, y no sólo en el papel.

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